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5 may 2016

Salmos 25:11

Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado que es grande.



1Juan4:19 dice: nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero.  Romanos 3:9-11 dice: ¿Qué pues?  ¿Somos mejores que ellos?  En ninguna manera pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles que todos están bajo pecado.  Como está escrito: no hay justo ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.
La gente quiere creer que lo que cada uno de nosotros piensa es lo correcto.  Algunos quieren pensar que el pecado no existe o que el infierno es una ilusión.  Incluso, dentro de los mismos que se dicen creyentes o seguidores de Cristo tienen sus dudas respecto a la veracidad e infalibilidad de las escrituras.  Sin embargo, cuando uno trae sus preguntas al Señor y deja que responda a través de su palabra, el milagro sucede y nuestro entendimiento se expande.  Hoy en día me cuesta trabajo ver cuántas personas tienen conflicto entendiendo el concepto del pecado.  No nos gusta reconocer que somos pecadores.  No nos gusta pensar que hacemos algo mal.  No nos gusta que nos juzguen por seguir deseos que “no” podemos controlar.  Si yo no hago daño, por qué me voy a ir al infierno.  Si yo trato de vivir haciendo el bien, por qué dices que soy pecador.  Bien.  Seguramente te has hecho estas preguntas o las has escuchado.  Primero que nada, debemos entender que no somos nosotros quienes les estamos diciendo que son o no pecadores sino el Señor en su palabra.  Nosotros somos los mensajeros y no los autores y eso es una gran diferencia.  Nosotros buscamos acercarnos a Él y dejar que nos transforme pero no somos el fin.  El fin es Cristo.  Él dejó listo el camino y está en nosotros caminarlo.  Él no es ni más ni menos Dios si decides o no seguirle.  Él no nos necesita.  Realmente somos nosotros quienes le necesitamos.  Para aquellos que tenemos la bendición de ser papás podemos entenderlo un poco mejor.  Amamos a nuestros hijos al nacer sin que hayan hecho absolutamente nada para merecerlo y así es como el Señor nos amó y nos ama.  Dentro de ese amor nos busca constantemente y quiere tener una relación con nosotros.  Insisto, no porque Él se beneficie sino nosotros.  Él no necesita nada de ti y de mí.  ¡Él es el creador!  ¿Qué puede necesitar si todo le pertenece?  Pero su amor no se quedó en palabras ni buenas intenciones sino que dejó de ser Dios y se hizo hombre.  Naciendo en Belén comenzó su plan para demostrarnos cuán grande es su amor.  Romanos 6:34 lo describe perfectamente: porque la paga del pecado es la muerte mas el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús.
No sé cuál es tu perspectiva del pecado.  La biblia claramente nos dice que todos somos pecadores y necesitamos del sacrificio de Cristo para poder ser reconciliados con Él.  No son tus obras lo que te permiten ser bueno o malo sino el amor que Dios derramó sobre nosotros permitiendo que su Unigénito fuera sacrificado para perdón de nuestros pecados.  No importa la gravedad de lo que hayas hecho.  No importa que parezca imposible de perdonar.  Su amor es más grande que tu pecado y su gracia siempre abundará para los que se arrepienten.  Sí, tus consecuencias las tendrás que atravesar pero habrá una gran diferencia: ahora estarás caminando siguiendo los pasos de Jesús en lugar de caminar sin rumbo ni dirección.

Oración

Padre: perdona mis pecados.  Entiendo que no se trata de mí sino de Ti y lo que hiciste por mí.  Gracias por la vida de Cristo y por permitirme reconciliarme contigo.  Gracias por traer luz a mi vida que estaba envuelta en tanta oscuridad.  Gracias por mostrarme que el pecado existe y que me aparta de Ti.  Gracias por mostrarme que siempre me has amado y en ese amor me permites acercarme a Ti.  Hoy doblo mis rodillas ante Ti y reconozco que soy pecador y que Cristo es mi Salvador.  En su nombre elevo esta oración a Ti.  Amén

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