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21 nov 2013

1 Juan 4:13-15

¿Cómo sabemos que permanecemos en él, y que él permanece en nosotros?  Porque nos ha dado de su Espíritu.  Y nosotros hemos visto y declaramos que el Padre envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo.  Si alguien reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. 



Pedro es el primer discípulo en contestar que Jesús es el Cristo.  En estos capítulos que hemos estudiado de la carta de Juan, una y otra vez se habla sobre cómo reconocer quién es de Dios y quién no; cómo permanecer en Él; se habla de la importancia que tiene el amar a nuestro prójimo como Dios nos amó a nosotros.  El día de hoy, se nos recuerda nuevamente la gran relevancia que tiene el reconocer en nuestros corazones que el Padre mandó a su Hijo para ser el Salvador del mundo.  Como escribí al principio: Pedro lo reconoció y así tenemos que reconocerle nosotros.  Cristo no fue un buen maestro.  No fue un gran profeta ni mucho menos una gran persona.  No.  El fue y es el Hijo de Dios.  ¿Entiendes la diferencia?  Todas las características anteriores pueden ser igualadas por alguien más pero solo existe un Hijo de Dios.  Solamente existe un Salvador.  Solamente existe un Cordero Inmolado que ha vencido a la muerte al resucitar al tercer día.  Cuando Pedro le contesta a Jesús que él es el Cristo, Jesús le dice que esto le ha sido revelado por el Espíritu.  Esto es justamente lo que Juan está diciendo que sucede en nuestras vidas.  Al reconocer a Jesucristo como nuestro Salvador, recibimos al Espíritu quien nos da entendimiento y discernimiento.  Sí, es totalmente sobrenatural.  De hecho, si no lo has experimentado, mis palabras no serán suficientes para describir lo que es el tener al Espíritu Santo en tu vida.  Lo que te puedo decir es que el Espíritu da fruto al transformar nuestro carácter y personalidad haciéndola semejante a la de Jesús.  Por esta razón vemos testimonios que jamás imaginamos posibles.  Personas que se encontraban perdidas en vicios, ahora están limpios y dando gloria al Señor.  Personas que buscaban quitarse la vida hoy pueden animar a otros a encontrar otro camino a través del Señor.  Familias destrozadas que hoy pueden tener comunión entre ellos.  Y así, la lista sigue y sigue.  ¡Ese es el trabajo sobrenatural del Espíritu Santo en nosotros!
Por otro lado, Juan, inteligentemente nos dice cómo podemos estar seguros que Dios permanece en nosotros.  Hay ocasiones en las que simplemente nos sentimos apartados de Dios.  Pareciera como que Él está en el cielo y nosotros muy lejos en la tierra.  Nosotros hablamos pero no estamos convencidos que nos escuchen.  ¿Te ha pasado?  Pues Juan nos tiene una respuesta y al mismo tiempo recordatorio: si alguno reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios.  ¿Te das cuenta?  Dios no te ha abandonado.  Él no se ha ido.  Él está ahí.  Siempre ha estado ahí.  Probablemente seas tú quien ha dado la espalda o está sumergido en tus propias cosas.  Sea como sea, recuerda que el Señor permanece en ti.  Dobla tus rodillas y no te dejes engañar pues Él nunca te ha abandonado. 

Oración

Padre: gracias por no abandonarme.  Gracias por estar siempre a mi lado.  Gracias por amarme y enviar a tu Hijo.  Hoy quiero renovar mi compromiso contigo.  Quiero entregarte mi vida y pedirte que corrijas mis pasos pues quiero que mis deseos sean tus deseos y todo lo que haga sea conforme a tu voluntad y en obediencia a Ti.  Hoy entiendo cómo puedo permanecer en Ti y tú en mí.  Reconozco que Jesús es mi Salvador y tu Hijo.  Entiendo que murió por mis pecados y te pido sea perdonado.  Gracias mi Señor en el nombre de Jesús.  Amén

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