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6 nov 2013

1 Juan 3:24

El que obedece sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él.  ¿cómo sabemos que Él permanece en nosotros?  Por el Espíritu que nos dio.




Yo puedo leer y aprenderme de memoria un entrenamiento para completar un maratón.  Lo conozco de principio a fin.  Sin embargo, nunca salgo a correr.  ¿Podría realmente terminar un maratón teniendo solamente la teoría?  ¡Por supuesto que no!  ¿Te parece muy obvio y pueril mi ejemplo?  Déjame decirte que tristemente así actuamos con nuestra vida espiritual.  Conocemos de Dios.  Escuchamos predicaciones.  Sabemos que es necesario orar.  En nuestra memoria hay versículos importantes.  Sin embargo, en la práctica, tu vida sigue igual.  Mucha teoría y nada de práctica.  Al final, podría atreverme a decir que estás peor que antes porque ahora conoces un mejor camino y sigues sin querer caminarlo.  Ahora has visto la luz de Dios y has preferido las tinieblas.  Pero no se trata de regaños.  No se trata de señalar.  No.  Lo que quiero es que abras los ojos y te des cuenta de lo que te estás perdiendo por quedarte en la teoría y no brincar a la práctica.  “El que obedece sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él”.  Es importante que aprendas la diferencia entre el que conoce sus mandamientos y el que obedece sus mandamientos.  Hay una eternidad (literal) entre una y otra.  Ahora, es normal que tengas tus dudas.  Creciste aprendiendo a sobrevivir.  La cultura no promueve tu dependencia al Señor.  ¡Todo lo contrario!  Te dicen que veas en tu interior, que busques tu fortaleza, que crezcas tu yo y así mil y un cosas más.  Sin embargo, el día de hoy, el Señor te está diciendo: muere a ti y obedece mis mandamientos.  Así le dijo a sus discípulos: dejen lo que están haciendo y síganme.  Ellos decidieron seguirle.  Por el contrario, el joven rico se entristeció al escuchar que vendiera todo lo que tenía y le siguiera.  Se dio la vuelta y prefirió seguir su camino.  ¡El mismo Jesús en persona le hizo la invitación y la rechazó!  No caigas en el mismo error.  No sigas con tus mismos caminos.  No sigas con tus mismas costumbres.  Al Señor no le sirve absolutamente nada de lo que hemos construido en la carne.  El quiere derribar absolutamente todo y comenzar a construir conforme al espíritu.  Por eso dice Juan: ¿cómo sabemos que permanece en nosotros? Por el Espíritu que nos dio.  Ese espíritu es el que te transforma.  Cuando la gente dice: sé que tengo que hacer esto o aquello pero también me tienta hacer lo contrario, es el ejemplo perfecto del Espíritu mostrándote el camino de obediencia versus tu carne queriendo hacer lo que siempre ha hecho.
Seguir a Cristo no es teoría.  No es un título.  No es algo que es hereda.  Es un compromiso.  Significa entregar tu vida por aquél que la entregó por ti sin merecerlo.  Significa seguir y obedecer a aquél que te amó tanto que no dudó en perdonarte y abrazarte para tomarte bajo su lecho.  Significa servir al Rey de reyes y Señor de señores.  Significa dejar el trono de tu vida y darlo a quien realmente lo merece: Jehová.

Oración

Padre: te amo mi Señor.  Te agradezco tu amor incondicional y tu misericordia.  Hoy te pido que pueda pasar de la teoría a la práctica y permanezca en Ti en obediencia.  Guíame para que mi vida sea guiada por el espíritu y deje atrás la carne.  Ya no quiero seguir como antes.  Quiero tus bendiciones.  Quiero caminar hacia tu luz.  Padre, toma mi vida.  En el nombre de Cristo Jesús.  Amén

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