Vistas de página en total

29 sept 2010

Salmo 82:7

Pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes caeréis.



No es fatalista. Tampoco exagerado. Es real. No nos gusta pensar en la muerte pero, si lo pudiera expresar de una manera es un “mal” necesario. Ahora, todo cambia desde la perspectiva de Dios y la muerte es solamente la culminación de nuestro cuerpo y el comienzo de nuestra vida junto a Él.
El morir causa temor. Nadie ha muerto y regresado para platicarnos cómo es o qué se siente. Incertidumbre es lo que rodea a la muerte. Una persona sana o enferma, niño o anciano, cualquiera puede morir sin previo aviso y cuando sucede es cuando hacemos un freno en nuestra vida y recordamos que hay cosas que no estamos haciendo bien y debemos corregir, que hemos sido poco agradecidos con lo que Dios nos ha dado y tomamos por un hecho que debemos tenerlo. Recientemente me he enterado de principalmente dos enfermedades muy fuertes y comentábamos sobre lo increíble que es el cuerpo humano y cómo tenemos muchas “cosas” que no sabemos para qué funcionan pero cuando lo dejan de hacer se genera un gran caos en nuestro cuerpo.
El día de hoy no busco que tengas temor de la muerte y te encierres en tu cuarto sin salir o vivas temeroso por aquello que pudiera ocurrir. Tampoco quiero que salgas a la calle a vivir “la vida loca” puesto que en algún momento morirás y es necesario aprovechar cada instante. No. Lo que más me interesa es promover la reflexión en nuestras vidas sin tener que esperar a que haya un acontecimiento difícil que nos haga ir a esa meditación. Debemos ser introspectivos y críticos de nuestra comunión con Dios, de nuestra entrega y de nuestra devoción hacia lo suyo.
Si algo tenemos seguro es la muerte. Hoy, mañana o en varios años. El instante llegará y todo termina. Dios te llama y te quiere a su lado. ¿Qué historial traes cargando? ¿Cuál es tu currículum vitae en la vida con Cristo? ¿Te quedaste con la intención de cambiar pero nunca lo hiciste?
El hombre más rico del mundo junto con el más pobre estarán sepultados bajo la misma tierra y serán llamados ante Jehová. Cuando entendemos esto, le damos el valor correspondiente a nuestras acciones. Vale la pena analizar nuestras prioridades y darles el lugar que les corresponde. Tal vez tu trabajo u otras actividades quitan todo tu tiempo y dejas a un lado tu comunión con Dios. Piensas que esto o aquello es muy importante, que no puede esperar y debes hacerlo. Dejas los estudios y tu lectura de la Palabra además tus oraciones son cada vez más cortas. Todo porque tus actividades no podían esperar y eran de total emergencia. ¿Y luego? Tenemos libertad en Cristo pero debe ser utilizada correctamente. Piénsalo…

Oración
Dios: ayúdame a entender que un día me llamarás y que tienes el control sobre mi vida y todo lo que sucede en el mundo. no quiero vivir con temor a la muerte ni tampoco olvidarla sino vivir concentrado en servirte y entregándote mi vida para que la transformes. Gracias por recordarme que debo corregir mis prioridades y te pido que me des la fuerza para hacerlo. En Cristo Jesús.
Amén

23 sept 2010

Hechos 1:15-16

Por aquellos días Pedro se puso de pie en medio de los creyentes, que eran un grupo como de ciento veinte personas, y les dijo: Hermanos y hermanas, tenía que cumplirse la Escritura que , por boca de David, había predicho el Espíritu Santo en cuanto a Judas, el que sirvió de guía a los que arrestaron a Jesús.



Pedro, discípulo de Jesús. De temperamento fuerte pero reconoció que Jesús era el Cristo antes que los demás. Su pasión lo llevó a decirle a Jesús que nunca lo negaría y que lo seguiría hasta la muerte. Cuando aprenden a Cristo él saca una espada y corta la oreja de uno de ellos. Posteriormente huye y niega tres veces a Jesús.
Así es nuestra vida. Tal vez con distintos eventos pero siempre son muy similares. Tenemos momentos en los que seguimos a Jesús con todo nuestro corazón y otros donde lo negamos. Días que queremos estar pegados a la palabra y días en los que no leemos un solo versículo. Pero Dios es constante y cumple sus promesas. Él no se cansa ni hace a un lado su palabra sino que siempre está ahí para cumplirla.
En el versículo de hoy veo a un Pedro que está meditando sobre lo acontecido. Los últimos tres años que había vivido con Jesús. Su aprendizaje. Recapacitando en las palabras que Jesús le dijo. Entendiendo el presente. Entendiendo sus miedos. Después de esta reflexión entendió algo que nos cuesta mucho trabajo: Dios cumple sus promesas y con todo lo que está escrito en su palabra y nos dice lo siguiente: Hermanos y hermanas, tenía que cumplirse la Escritura que, por boca de David, había predicho el Espíritu Santo en cuanto a Judas.
A veces se cumplen pronto y otras no. Ahí entra nuestra desesperación. Pensamos que Dios no escucha y que nos ha abandonado. Tenemos altas y bajas en nuestra vida espiritual y todo porque estamos esperando una señal o respuesta de Dios. Cristo fue entregado en el momento que Dios tenía destinado y falleció en el segundo exacto que Dios programó. ¡Dejemos de darle órdenes a Dios! Él va a actuar a Su tiempo y a Su manera.
Con el versículo de hoy quiero recordarte que Dios siempre cumple con su palabra y nosotros no conocemos el tiempo en que lo hará. Pedro atravesó por muchos momentos difíciles y gracias a que mantuvo las enseñanzas en su mente y su corazón, pudo meditarlas y comprenderlas cuando todo se resolvió frente a él. No antes. No después. El Pedro que negó a Jesús ahora entendía su error y comenzaba una etapa de liderazgo confiado en Cristo y no en su carácter ni fortalezas. Así debemos de vivir nosotros. No con alzas y bajas esperando respuesta de Dios sino con un corazón dispuesto a servir. Con un corazón que guarda la Palabra y medita en ella para comprender lo que sucede a su alrededor. Con un corazón que no se separa de Dios sin importar las circunstancias. Con un corazón de “oveja” que sigue a su Pastor…

Oración
Señor: quiero seguirte. Quiero dejar atrás mis temores y vivir confiado en que cumples con tu Palabra. Perdona que cuestione tus tiempos y ponga en duda tus promesas. Hoy entiendo que no me has abandonado sino que Tus tiempos son distintos a los míos. Quiero estar siempre pegado a Ti y escuchar tu voz. En Cristo Jesús te lo pido
Amén

22 sept 2010

Eclesiastés 2:11

Consideré luego todas mis obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y vi que todo era absurdo, un correr tras el viento, y que ningún provecho se saca en esta vida.



En el versículo 10 nos dice el autor que no frenó a su cuerpo de ningún placer ni negó sus deseos. Vamos a dar un poco de perspectiva a estos versículos. Sin miedo a equivocarme, considero que vivimos en un mundo que gira con miles o millones de anuncios publicitarios. No podemos evitar el estar expuestos a la mercadotecnia. Analizan nuestros comportamientos, nuestros impulsos y sobre ellos nos venden algún producto, deseo o aspiración. ¿Qué está allá afuera? ¿Qué nos están queriendo vender? ¿Qué mentalidad quieren que tengamos? Nos dicen cómo debe ser una persona exitosa, qué casa debe tener, nos dan el tipo de esposa e hijos, los autos que utilizarían, las vacaciones que tomarían, los lugares que acudirían y la ropa que vestirían. Hacen tan bien su trabajo que nos convencen de esos modelos y los queremos para nosotros. Trabajamos. Nos esforzamos. Hacemos sacrificios y buscamos “llegar” a ese nivel o por lo menos acercarnos lo más posible. Pero cuando se escribió este versículo no existía la mercadotecnia que tenemos ahora podrás decir. Cierto. Pero lo que siempre ha existido es el cuerpo, el placer y deseo del ser humano. Lo único que ha cambiado es que cada vez conocen más de nosotros y por ello los “ataques” son más certeros.
Hay personas que entregan su vida por muchas cosas como el deporte y logran increíbles resultados. Empresarios que salen adelante. Músicos admirados y reconocidos. Escritores. Artistas. Cantidad de personas devotas a aquello que disfrutan y admiran. Increíble tener a estas personas en el mundo. Terrible que olviden a Dios y piensen que hay mayor satisfacción en lo que hacen que en seguirlo. El día de hoy quiero llevarte a reflexionar sobre lo que capta tu atención. Aquello que te distrae de Dios. Aquello que te hace soñar. Aquello que te quita el sueño. Hoy tenemos a una persona (Salomón) que vivió como nadie siendo rey y teniendo al alcance todo lo que nos hacen creer que debemos tener. Finalmente entiende y reconoce lo que ha hecho: Consideré luego todas mis obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y vi que todo era absurdo, un correr tras el viento, y que ningún provecho se saca en esta vida. No todos los días podemos escuchar el consejo proveniente de un rey. Espero que puedas darte cuenta de lo que enfrentas cada día y cómo busca apartarte del camino que Dios tiene para ti. ¿Si miraras atrás dirías las mismas palabras que Salomón? Él entendió que al final, todos vamos al mismo lugar y estaremos frente a Dios. ¿Cómo quieres llegar? ¿Habiendo trabajado para Él o para ti? Hoy te digo que trabajar para ti es como perseguir el viento y no te llevará a ningún lado. Espero lo creas sin tener que experimentarlo y entregues tu vida a Dios.

Oración
Padre: gracias por tu palabra. En verdad lo sabes todo y te doy gracias por mostrarme cómo corregir mi camino. Quiero entregarte mi vida y dejar atrás lo que pensaba que tenía sentido y valor. Hoy entiendo que solamente eres Tú quien trae lo bueno a mi vida. Gracias. En Cristo Jesús
Amén

21 sept 2010

Santiago 1:2

Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas.



Sé que ya he escrito sobre este versículo anteriormente pero en las últimas semanas ha estado presente en mi mente.
No es fácil estar tranquilo cuando el mundo gira en nuestra contra. No es fácil enfrentar enfermedades, separaciones, fallecimientos o necesidad. Pero no termina la lista ahí. Dios trabaja con aquello que estorba nuestra comunión con Él. En general, siempre he pensado que los “grandes” acontecimientos son los que definían este trabajo, pero como siempre, Dios me ha mostrado que no puedo encasillarlo y pensar que su trabajo es de la misma manera siempre.
Hoy quiero llevarte a meditar y analizar tu vida. Considera tu situación y lo que hay a tu alrededor. Tal vez no tienes problemas económicos ni de enfermedades, pero por ahí se esconde una barrera(s) entre Dios y tú: el perdón, o qué me dices del orgullo, ¿La paciencia? ¿El amor? ¿El gozo y la felicidad? ¿El rencor? ¿El odio? ¿Tu compromiso con Dios? ¿Tu responsabilidad para con Él? ¿Tu rol como pareja? ¿Como padre? ¡Recuerda que Dios quiere nuestra entrega total! No podemos seguir pensando que podemos creer en Jesús por unos días y se acabó. Cristo no es una religión en la que debes cumplir con cierto número de horas y acciones a la semana. La vida en Cristo es una comunión entre tú y Él. Es una vida de servicio y entrega.
Las pruebas no son castigos. Son procesos para ser transformados. Esto toma tiempo y esfuerzo. ¿Cuánto tiempo? El tiempo que te tardes en entender que debes entregar esa área en específico a Dios. “Pero ya lo hice y sigo teniendo las pruebas” podrás decir. La respuesta es sencilla: Dios va mucho más profundo de lo que nosotros podemos pensar. A veces le entregamos un pedazo de nuestra vida, pensamos que ya hemos hecho algo muy grande y Dios tiene que mostrarnos que Sus planes son distintos y ahí no termina la transformación. ¿Te das cuenta?
Ahora. Debes sentirte dichoso, gozoso y alegre cuando entiendas que estás atravesando una prueba. Estos estados de ánimo NO están sujetos a las circunstancias sino a tu entrega y oración a Dios. ¿Estás cansado y derrotado? Pide a Dios por esa paz y gozo que nos dice su palabra que debemos tener. No lo hagas en la mañana solamente. Ora constantemente durante el día y aumenta el tiempo que pasas en oración.
Dios quiere que estemos gozosos y nos sintamos con gran dicha mientras Él nos transforma. Hoy te digo que no es fácil. Dejar que Dios nos corrija significa entregar tus miedos, tus enojos y corajes; aprender a perdonar, a amar, a tener fe, a confiar y sobre todo a morir a nosotros mismos y vivir en Él.

Oración
Señor: es difícil para mí pero hoy entiendo que Tú buscas mi perfección. Te entrego mi vida, mis miedos, mis afanes y todo aquello que estorbe en mi comunión contigo. Te pido que traigas paz, gozo y alegría a mi vida sin importar las circunstancias. Te pido que no olvide que debo estar en constante comunión contigo para poder seguir el camino correcto. En Cristo Jesús te lo pido.
Amén

10 sept 2010

Proverbios 18:13

Es necio y vergonzoso responder antes de escuchar.



Parece refrán de nuestros abuelos pero está escrito en la biblia. Santiago posteriormente daría mucha mayor dirección con respecto a nuestra lengua pero resulta muy interesante que sin importar la época, nuestras respuestas siempre pueden causar conflicto.
Es fácil escribir sobre cómo debemos ser pacientes y controlar nuestros impulsos antes de responder a cualquier pregunta o incluso a una agresión. Pero cuando te encuentras en el momento preciso todo es distinto. Se te olvida que estabas buscando ser una mejor persona. Por algún lado queda un pequeño recuerdo de que queremos ser distintos y buscamos controlar nuestras respuestas. ¿Sabes algo? Es normal. No te sientas mal si después de leer esto respondes antes de escuchar. No se da en un instante. El cambio que Dios busca en nosotros va más allá de un instante. Es un cambio en mentalidad. En actitud. Busca crear hábitos que surjan de manera natural. Hoy vas a responder antes de escuchar. Mañana responderás un poco después y conforme pase el tiempo, si entregas a Dios tu boca y transformas tu actitud, te darás cuenta que ahora eres una persona que escucha. Recuerda: cuesta trabajo, tiempo y esfuerzo.
Por otro lado, me parece que este tipo de actitudes no solo las tenemos hacia los hombres sino también hacia Dios. Cuando comenzamos a leer algún mandamiento que no nos gusta, cuando escuchamos una predicación que sabemos nos está mostrando nuestro pecado, en lugar de recibir la información y “escuchar”, nos ponemos a la defensiva y comenzamos a justificarnos “responder” sin dejar que Dios nos hable.
Lo que Dios nos enseña tiene un propósito. Es fácil aceptarlo cuando estamos de acuerdo con lo que pasa, pero ¡qué difícil se vuelve cuando las cosas no nos gustan! Ya no queremos escuchar a Dios y sí queremos responder con nuestras quejas y actitudes que demuestran nuestro rechazo.
Imagina a un niño haciendo un berrinche. Sus papás lo están corrigiendo. Le están enseñando. Le están “hablando” y él necesita “escuchar”. La actitud del niño con su berrinche es la forma en que “responde” sin “escuchar”. Esto, dice la biblia es vergonzoso.
Ahora, medita sobre tus reacciones con la gente y ante Dios. ¿No estás haciendo “berrinches” cuando las cosas no son como tú quieres? Es vergonzoso responder sin escuchar primero. Ten calma. Paciencia. No des “patadas de ahogado”. Primero escucha a la gente. Escucha a Dios. Medita. Reflexiona. Después contesta.

Oración
Señor: me es difícil frenar mi lengua y mis impulsos. Te pido que me transformes para que pueda aprender a escuchar y posteriormente responder. Te pido que perdones mis pecados y me guíes en tu camino. Te lo pido en el nombre de Jesús
Amén

9 sept 2010

Salmo 57:10

Pues tu amor es tan grande que llega a los cielos, ¡tu verdad llega hasta el firmamento!



Cuando estamos contentos, cuando todo sale bien, cuando hay abundancia y no se ven problemas a la distancia, es muy fácil decir “qué grande es tu amor Señor”. Pero cuando todo cambia y el viento está en nuestra contra, no sabemos qué va a pasar con nuestra vida, comenzamos a pensar que ese amor de Dios no era tan grande como imaginábamos. Cuestionamos a Dios. Cuestionamos sus planes. Cuestionamos su amor. Cuestionamos sus tiempos. Incluso llegamos a pensar que no está haciendo bien las cosas. ¿Te acuerdas? Tal vez recientemente reclamaste a Dios el por qué de tu situación. Por esta razón, cuando nos encontramos en situaciones difíciles, lo primero que no debemos olvidar es pasar tiempo en la palabra de Dios. Esto nos ayuda a recordar quien es quien. Nos pone en perspectiva. Nos corrige la mirada y nos recuerda que Dios nos ama con amor infinito.
El decir que su amor es tan grande que llega a los cielos no es una exageración. El amor de Cristo no está condicionado. No tiene límites. No se acaba por fallarle 50 70 ó 100 veces. No busca nada a cambio. Es amor puro. Es su esencia. Dios es amor y si Él es amor y creó todo el universo, ahora puedes darle dimensión a ese amor tan especial.
Este es nuestro Dios. El Dios de la biblia. Un Dios que nos ama infinitamente, que nos busca, que tiene planes específicos para tu vida, que quiere tener comunión contigo, que quiere que te reconcilies con Él. A veces no entiendo qué hacemos mal al compartir a Dios para que la discusión termine en juicios o críticas en lugar de hablar de este amor tan increíble que tiene para nosotros. ¿En qué momento desviamos la atención de su gran amor y lo enfocamos en otra cosa? Dejemos a un lado la política. Dejemos a un lado la crítica. Busquemos vivir y compartir el amor de Dios que es tan grande que llega al cielo. El juicio le pertenece a Dios y no a nosotros.
Si tu vida se encuentra con vientos favorables, da gracias a Dios y entiende que su amor está ahí. Si por el contrario, tu vida se encuentra con tormentas, recuerda que de igual manera su amor está presente. Santiago nos recuerda que debemos gozarnos en las pruebas pues éstas producen fe y paciencia. El amor de Dios no debe depender de tu circunstancia. Su amor está siempre ahí. Siempre infinito. Siempre disponible. Siempre listo para recibirte. ¿Estás listo para reconciliarte y recibir ese amor?

Oración
Padre: perdona mis pecados y límpiame. Entiendo que primero debo reconciliarme contigo para poder ser tu hijo y tener comunión contigo. Hoy quiero pedirte por tu amor, por tu cuidado y tu consuelo. Quiero vivir en tu amor y compartirlo sin importar la situación que esté atravesando. Gracias por estar siempre ahí y nunca dejarme. Ayúdame a que pueda compartir de manera adecuada tu amor sin criticar ni perder de vista el tema principal que eres Tú. En Cristo Jesús te lo pido
Amén

7 sept 2010

Mateo 6:9-10

Ustedes deben orar así: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.



El domingo estuve meditando sobre la última frase de estos versículos: hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Pensé en la importancia de pedir por la voluntad de Dios por encima de la nuestra. A veces nos gusta orar y decirle a Dios todo lo que “necesitamos”. Necesitamos un trabajo, necesitamos salud, necesitamos cuidado y protección, necesitamos más dinero, necesitamos y necesitamos… Si Dios nos contestara en ese instante nos diría: yo quiero verte transformado, yo quiero tener más comunión contigo, yo quiero que pongas tu fe en mí, yo quiero que sigas mi camino, yo quiero que entiendas que todo depende de mi voluntad, yo quiero que entiendas que nunca te voy a abandonar, que entiendas que siempre voy a ver por ti y que tu “tragedia” no se ha salido de mis manos. Nos gusta el monólogo con Dios. No nos gusta pensar en lo que podría contestarnos.
Jesús nos dejó un ejemplo para dirigirnos a Él en oración. Aquí nos dice que pidamos porque se cumpla Su voluntad en la tierra. Pero cuando pensamos en su voluntad en “la tierra” nos gusta pensar como en algo general. Creemos que significa que no haya guerras, hambre o injusticias. La realidad no es así. El que se haga la voluntad de Dios en la tierra significa que nuestra voluntad pasa a segundo término y la de Cristo toma el lugar que le corresponde. No podemos pensar que cuando se hace la voluntad de Dios en la tierra, podemos ver todo “de lejos” como si no fuéramos partícipes de ello. Error. La voluntad de Dios en la tierra te involucra principalmente en lo individual.
La voluntad de Dios en la tierra transforma tu vida, tu corazón, tu carácter, tu esperanza, tu paz y tu gozo.
Jesús tenía un propósito al dejar estas palabras como ejemplo para nuestras oraciones: hacernos entender que la voluntad de Dios es mejor que la nuestra. ¿Lo puedes comprender? Otra vez: la voluntad de Dios es mejor que la tuya. Si ponemos a Dios por encima de nosotros nuestras prioridades cambian y toman la dirección correcta.
Hoy te animo a reflexionar en los temas de tus oraciones. ¿Qué pides? ¿Por qué lo pides? ¿Dónde está la voluntad de Dios en tu oración? Dejemos de pedir por todo aquello que pensamos que es “necesario” para nuestras vidas y comencemos a pedir por lo que Dios nos muestra que en realidad necesitamos como: amor, misericordia, perdón, humildad, gracia, entrega, servicio entre muchas otras cosas que quiere cambiar en nuestra vida. ¡No dejemos pasar más tiempo y corrijamos nuestra forma de orar concentrándonos en la voluntad de Dios y dejándolo que nos muestre cómo ser transformados!

Oración
Padre nuestro: en verdad eres Santo y Todopoderoso. Te doy gracias por tus palabras y la manera en que corriges mi camino. Hoy te pido perdón porque he puesto mi voluntad antes que la tuya. Hoy quiero pedirte porque se haga tu voluntad no solo en la tierra sino especialmente en mi vida. En Cristo Jesús
Amén

3 sept 2010

Romanos 12:10

Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente.



Cuando una persona dice algo inteligente y trascendental, todos los demás nos admiramos y utilizamos sus propias frases. Pienso por ejemplo en Benito Juárez y su frase sobre el “derecho al respeto ajeno, es la paz”. La recibimos como una gran idea, revolucionaria para su época y muy propositiva. Así existen miles y miles de frases que nos gusta recordar y se quedan grabadas en la memoria de muchos. Pero cuando la frase es de Dios las cosas cambian. La gente las toma de manera distinta. Por alguna razón no tienen tanta validez o fuerza como las de otros hombres. Con el versículo de hoy me doy cuenta que algo estamos haciendo mal al promover su palabra y compartir su gran sabiduría. Dios nos dice que nos amemos, nos respetemos y honremos. Otra persona habla sobre la importancia del respeto y nos volcamos a lo que dijo dejando a un lado las palabras que Dios nos dio hace ya dos mil años. ¿Por qué restarle importancia a la palabra del Señor? ¿Por qué darle mayor crédito a nuestros contemporáneos?
Por otro lado, tenemos un mandamiento que seguir el día de hoy: amarnos los unos a los otros. No solamente respetarnos o tolerarnos sino amarnos. Difícil. Muy difícil. Lo que me encanta cuando leo mandamientos como el de hoy es el que Dios no nos da lugar para “maniobrar”. No hay forma de poner pretextos. No hay excusas. Prácticamente el Señor nos tiene acorralados. Quiere que nos amemos. Y ese amor no es como nosotros queramos o pensemos que debe ser. Debe ser con amor fraternal, respeto y honra. ¿A quién te diriges de esta manera? Personalmente no a muchas personas. De hecho, probablemente con una sola mano me sobran dedos…
No se trata de pensar en este mandamiento como a nosotros nos acomode sino que nosotros debemos acomodarnos a él. Debemos transformar nuestros pensamientos, nuestro orgullo, nuestro egoísmo y nuestra entrega. Tal vez se te facilita el respetar pero se te complica el amar y dar honra o cualquier variante de estas premisas. Lo importante es entender ¡que Dios nos está pidiendo todas! Si realmente quieres entregar tu vida a Dios, debes amar a tu prójimo como Él lo estableció y no como tú consideras que se debe hacer:
Amor fraternal, respeto y honra.
Este es un llamado de Dios para “filtrar” a aquellos que lo siguen para recibir sobre los que quieren y buscan servirle. ¿De qué lado estás? Jesús nos dejó su ejemplo claro sobre su venida: vine para servir y no para ser servido. ¿Tú quieres ser servido o estás dispuesto a servir entregándote a Dios y amando a tu prójimo con amor fraternal, respeto y honra?

Oración
Dios: es difícil para mí amar a mi prójimo como lo pides. Con algunos puede ser fácil pero Tú me pides que sea con cualquier prójimo. Quiero servirte y entregarte mi vida, por ello te pido que me transformes y me llenes de tu amor para que aprenda a amar como lo pides y muestras. Te lo pido en Cristo Jesús
Amén

2 sept 2010

2ª Crónicas 26:4-5

Uzías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Amasías, y mientras vivió Zacarías, quien lo instruyó en el temor de Dios, se empeñó en buscar al Señor. Mientras Uzías buscó a Dios, Dios le dio prosperidad.



Recuerdo haber escuchado una predicación de un pastor muy conocido en Estados Unidos el cual hablaba sobre la prosperidad que Dios tiene para nosotros. Si bien, me parece sumamente delicado el tema, tenía una gran parte de razón en lo que decía: Dios nos ama y quiere prosperar nuestro camino. La misma palabra nos dice que a todos los que amamos y seguimos a Dios, todas las cosas nos son para bien. Lo delicado está en entender lo que es la prosperidad y confundirla con dedicarle toda la atención a la cuestión monetaria y ponerla en nuestros parámetros en lugar de los de Dios.
Mientras Uzías buscó a Dios, Él lo prosperó. ¿Quiere decir que si busco a Dios, me va a prosperar? Si. Insisto, no confundas esto con: me va a ir bien en este nuevo negocio o me van a subir de puesto, la prosperidad no solamente es económica. Pero lo más interesante de esto es entender la causa y el efecto. Cuando estudiamos mucho, sacamos una buena calificación, cuando no estudiamos reprobamos. Cuando te preparas con un entrenamiento riguroso para cualquier carrera o competencia, tus resultados son buenos, cuando haces lo contrario, tus resultados son desastrosos. ¿Qué puedes esperar de Dios si no le dedicas tiempo? ¿Qué esperas que haga Dios en tu vida si no te has “entrenado” para conocerlo más ni para entender lo que debes cambiar? Uzías fue instruido por Zacarías. Él le enseñó a temer a Dios. Le enseñó que su vida sería próspera si seguía sus mandamientos. Le enseñó que habría bendición por obedecer. Le enseñó que debía estar pegado a su palabra para evitar cometer errores. Pero ¿qué hay de nosotros? ¿Cuál es nuestro entrenamiento? Lo interesante es que aunque no nos prepararnos como debemos queremos que Dios nos de resultados extraordinarios. No hacemos lo que nos corresponde y seguimos exigiendo como si lo mereciéramos. ¿Te suena familiar? Déjame decirte que no va a pasar. No funciona así. Dios no es un mago que cambia las cosas con una vara mágica. Uzías tenía a Zacarías que lo instruía y guiaba en el Señor. ¿A quién tienes tú? Debes tener a alguien que personalmente te guíe, que conozca tus debilidades, tus errores y te ayude a entregarlos a Dios.
Dios quiere prosperar tu camino. Lo que necesitamos para llegar a esa prosperidad es seguir la línea que Él trazó. Estudiar su palabra, obedecerlo, entregarnos a Él. Recuerda, todo tiene un trabajo previo. Si buscamos a Dios fielmente, Él será fiel con nosotros. ¿Cómo esperar que nos bendiga si no lo buscamos ni nos preocupamos por Él?

Oración
Padre: te pido perdón. Perdón porque me gusta exigir y no te doy nada a cambio. Perdona mi arrogancia y orgullo tan grande. Hoy te pido que me enseñes a temerte y respetarte; a entregarte mi vida y aprender a buscarte. Quiero vivir la prosperidad que le diste a Uzías y a muchos otros ejemplos de tu palabra que te siguieron fielmente y sé que para ello debo entregarte mi vida como ellos lo hicieron. Guíame Señor para que así sea. Te lo pido en Cristo Jesús.
Amén

1 sept 2010

1ª Samuel 12:14

Si temiereis a Jehová y le sirviereis, y oyereis su voz, y no fuereis rebeldes a la palabra de Jehová, y si tanto vosotros como el rey que reina sobre vosotros servís a Jehová vuestro Dios, haréis bien.



Amor. Gracia. Misericordia.
Recuerdo algunos comentarios de personas diciendo que el Dios del antiguo testamento es un dios iracundo y de destrucción. ¡Qué alejados de la realidad! Si bien, encontramos guerras y destrucciones, siempre están acompañadas de una increíble capa de amor, gracia y misericordia. En este pasaje volvemos a ver estas características de Dios. Recuerda que los israelitas habían pedido un rey haciendo a un lado a Jehová. A pesar de ello, Dios no se llena de coraje hacia ellos ni busca vengarse porque pidieron un rey humano. Él deja instrucciones para que nosotros, a pesar de nuestra rebeldía, podamos encontrar el camino hacia Él.
Este es el Dios de la biblia. El que nos busca. El que nos ama. El que quiere que nos reconciliemos con Él. El que tiene planes increíbles para nosotros. El que quiere llevar nuestras cargas. El que quiere darnos paz. ¿No se te hace chiquito el corazón al comprender lo que es Dios y cómo se preocupa por ti y por mí?
Por otro lado, es importante entender que es Él y solo Él quien trazó la línea y los parámetros a seguir para tener comunión. No se trata de inventar buenas acciones ni de tomar unos cuantos versículos sino de estudiar su palabra fielmente para acercarnos como Él lo pide. Y ¿qué nos pide? Que le temamos, le sirvamos, oigamos su voz y la obedezcamos. Entonces haremos bien.
¿Temer a Dios? Sí. Ahora queremos tener la idea de Dios como un compañero, como un confidente o como nuestro asesor. No lo es. Es el Señor. Es el Creador. Es el Rey de reyes. Si a una persona que no conoces le hablas de usted. Si a una persona destacada se le dirige con cierto respeto. ¿Cuánto más le debemos mostrar a Jehová? Antes de Cristo los sacerdotes morían al instante por no haber sido purificados correctamente y entrar a la presencia de Dios en el lugar santísimo. Dios no es un juego. Dios no se toma a la ligera.
Servicio. Entregar nuestra vida a los demás. Entregar nuestro tiempo y esfuerzo a la obra de Dios. Escuchar. Podemos atender a varias predicaciones. Nos podrán dar muchos consejos, pero si no escuchamos, realmente nada está entrando a nuestra cabeza y nada cambiará en nuestra vida. Debemos escuchar para saber qué dirección muestra Dios para nuestras vidas. Rebeldía. ¿Te tengo que explicar? Cada vez que haces lo que tú quieres por encima de lo que Dios te dice que hagas…
Dios no quiere que pasemos un mal rato. No quiere verte sufrir ni estar agobiado. Él te ama y por ello te dice qué hacer para que tu vida sea diferente, para que sea plena. Él quiere mostrarte su amor, gracia y misericordia. A ti te corresponde temer, servir y no ser rebelde.

Oración
Señor: gracias por tu amor y misericordia. Perdona mis pecados y ayúdame a entender cómo vivir en temor, servicio y obediencia a Ti. En Cristo Jesús
Amén